EPILEPSIA Y TRABAJO
No existe una legislación específica que proteja a los epilépticos en el trabajo y, de hecho, se sabe que la mitad de las personas que se encuentran en edad laboral y padecen epilepsia tienen problemas de desempleo, y que la tercera parte de los epilépticos tiene dificultades para conseguir un empleo.
Está demostrado que ocho de cada diez pacientes afectados de epilepsia pueden desarrollar una actividad laboral normal. Pese a ello, tienen grandes dificultades para encontrar un empleo estable si su condición es conocida.
En España, la legislación en este aspecto es bastante permisiva, pero no se encuentra una actitud paralela a nivel del empresario. A ello contribuye la creencia de que las crisis son siempre muy frecuentes y, por lo tanto, que los accidentes y las bajas por enfermedad pueden ser altos. Sin embargo, está demostrado que el absentismo laboral de los epilépticos es inferior al de otras enfermedades crónicas, e incluso menor que el de la población general; también que la frecuencia de las crisis está controlada en el 80% de los afectados y que el riesgo de accidentes es similar al de cualquier otro colectivo. Hay ciertos trabajos en los que los epilépticos tienen el acceso extraordinariamente limitado, o sencillamente, no pueden ejercer esa actividad, entre ellos: conductores de vehículos públicos, pilotos de aviación, marina mercante y ejército. Existen también limitaciones para desarrollar trabajos con cierto peligro por el tipo de maquinaria utilizada o por la permanencia en lugares peligrosos o cerca del agua, aparatos de alta tensión, líquidos tóxicos, combustibles, etc.
Estos problemas plantean un hecho cierto: ¿se debe revelar que se padece epilepsia en el momento de solicitar un trabajo?, y, en caso afirmativo, ¿a quién?. Es evidente que en muchos casos el silencio es la actitud de defensa ante su propia indefensión que va a adoptar el propio interesado mientras que la sociedad no trabaje en la inserción plena y en la total integración de las personas afectadas de epilepsia.
Deberíanos plantearnos, con seriedad y talante positivo, la compleja situación actual de inserción laboral que sufre el colectivo de epilépticos, y dar un paso en la dirección correcta para acabar con este otro tabú que tanto daño hace a las personas afectadas y a los propios empresarios.
Principios básicos para favorecer el empleo del epiléptico:
- Una adecuada y veraz información al empresario, certificada por el profesional que mejor conoce la enfermedad: el neurólogo. Sería un punto de partida óptimo para todos.
- Un adecuado puesto de trabajo, si fuese necesario, adaptado para una persona con unas capacidades determinadas, siendo los servicios médicos de la empresa los encargados de su supervisión y posterior seguimiento.
- El apoyo psicológico continuado a los trabajadores afectados de epilepsia, sobre todo después de sufrir una crisis.
- Una total aceptación social y normalización de la enfermedad para que la persona afectada pueda recuperar la confianza en sí mismo.
- Los empresarios y la sociedad en general, debe saber y reconocer que la condición de epiléptico no requiere un tipo de seguro laboral distinto del de los demás empleados.
- Estadísticamente, el 80% de las personas epilépticas medicadas, no tienen crisis.