1.- El toro de la Vega.
Se celebra el segundo martes de septiembre en la localidad vallisoletana de Tordesillas. Los que apoyan esta fiesta argumentan que es un tradición del siglo XV. El día elegido, el toro es perseguido en la vega del río Duero por lanceros a caballo que tienen que matarlo acorralándolo y atravesándolo con las lanzas. El que logra dar el lanzazo de gracia al animal es reconocido casi como un héroe en el pueblo.
2.- El toro júbilo.
Se celebra en noviembre en las calles de Medinaceli, en Soria. Se trata de una tradición del siglo XVI en la que el toro es atado por los cuernos para inmovilizarlo y encajarle así en la cabeza unos artilugios metálicos con grandes bolas de material inflamable. Cada vez que se celebra el animal sufre graves quemaduras y un gran estrés. Los defensores de esta fiesta alegan que al astado se le da una crema de barro para que no sufra quemaduras y que se ha eliminado la tradición de matar al toro tras el encierro nocturno que realiza con sus cuernos envueltos en llamas.
Este tipo de ‘toros de fuego’ también son muy populares en la Comunidad Valenciana, donde más de 140 municipios los incluyen en sus festejos.
3.- Toros enmaromados.
También conocidos como toros ensogados. Las reses son sujetadas por la cabeza para atarles los cuernos. Luego son arrastrados por las calles para regocijo de quienes corren junto al animal. Estas sogas producen grandes traumatismos en la cepa del cuerno y profundos desgarros en los músculos del cuello.
Estos festejos son típicos en Aragón, Navarra, La Rioja, Andalucía y Valencia pero sobre todo, en Castilla y León. El más famoso es el de Benavente, en Zamora, entre el 9 y el 14 de junio
4.- Toro de San Juan.
Se celebra entre el 23 y el 28 de junio en Coria (Cáceres). El toro es soltado por el recinto amurallado de la ciudad y, como si fuese una diana, se le lanzan soplillos (gruesos alfileres) que se clavan en su piel. Después se le dispara un tiro. Esta fiesta, que data del siglo XVI, está declarada bien de interés turístico.
5.- El giro del perro.
En el pueblo de Brodilovo (a 560 kms de Sofía, capital de Bulgaria), existe una fiesta llamada llamada “El giro del perro” (Trichane Na Kuche) en la cual atan a varios perros de grandes cuerdas que cuelgan sobre el río helado y los hacen girar. Para aumentar la diversión en los días previos al festejo dan de comer a estos perros gran cantidad de alimento y les taponan el ano. Cuando llega el momento del ritual la apretada cuerda que tienen alrededor de su estómago comienza a girar violentamente, aprieta al perro, (a quien le han quitado el tapón del ano) y este gira a toda velocidad sin poder detenerse, evacuando sus heces por todo el sitio mientras la cuerda se desenrolla. La tradición dice que a mayor cantidad de material fecal mejores serán las cosechas ese año en el pueblo
7.- Patos al agua.
En Sagunto, (Valencia) recientemente han recuperado la competición de los “Patos al Agua” tras algunos años de prohibición. El festejo consiste en lanzar gran cantidad de patos a las aguas del puerto, los cuales deben ser atrapados a mano por los participantes en el concurso.
8.- Matanza de delfines en Dinamarca.
Cada año, en las zonas costeras de las islas Feroe se lleva a cabo la matanza de miles de delfines por parte de adolescentes que celebran que han llegado a la edad adulta. La ceremonia tiene lugar en primavera cuando los delfines calderones se acercan a las costas, y todo el pueblo se prepara para el “gran día”. Este acto, que se realiza al aire libre y a la vista de todos, se convierte en una fiesta que deja las aguas teñidas de rojo, bañadas de sangre. Se argumenta a su favor, como suele ser habitual, que se trata de una tradición de más de 1.200 años: Lo cierto es que cada año se matan de esta forma entre 1.000 y 2.500 delfines. Los jóvenes se aprovechan de la confianza que estos magníficos animales tienen hacia las personas para poder matarlos.
9.- Las corridas de gansos.
En Carpio del Tajo (Toledo) hay una tradición en la que el rito ancestral consiste en colgar gansos de cuerdas en la plaza del pueblo y los mozos, montados a caballo, tienen que conseguir arrancarles la cabeza. Una vez arrancadas estas cabezas son quemadas y los participantes que han logrado su objetivo consiguen un trofeo.
10.- El apedreamiento de Judas.
En Robledo de Chavela (Madrid) existe una curiosa forma de celebrar la Semana Santa. El acto principal de ésta comienza el Sábado Santo, cuando cuando llegan a la plaza las procesiones que han salido de la iglesia parroquial. En ese momento, los jóvenes del pueblo lanzan piedras contra un muñeco que ha sido colgado en la plaza y simboliza a Judas. Éste está rodeado de cántaros y los espectadores contemplan con sorpresa el contenido de estos, pues están repletos en su mayoría de ardillas y gatos. La mayoría de estos animales muere en el ritual víctima de las pedradas.
Tradiciones que han dejado de serlo
La otra cara de este macabro recorrido por las fiestas más crueles que hemos encontrado lo tenemos en aquellas tradiciones que afortunadamente han dejado de ser consideradas como fiestas, tradición y como elemento a mantener en aras de una supuesta “cultura”.
1.- La cabra desde el campanario.
Desde el año 2000, el pueblo de Manganeses de la Polvorosa (Zamora) ya no arroja una cabra desde el campanario de su iglesia. Al menos de carne y hueso. Ahora lanzan una de cartón piedra. Es un ejemplo de cómo la presión social y mediática puede acabar con tradiciones salvajes.
2.- Los gallos de Guarrate.
Los quintos del pueblo, en Zamora, pasaban a ser hombres montados a caballo y blandiendo una espada. Con ella tenían que descuartizar los gallos colgados en la plaza. Dejaron de hacerlo hace algunos años.
3.- La pava de Cazalilla.
Unos, los más jóvenes y enamorados, pelan la pava, y otros, los más bestias, la tiran desde lo alto del campanario. Estos últimos son los vecinos de Cazalilla (Jaén), quienes cada año, por San Blas (3 de febrero), lanzan desde los 35 metros de la torre de la parroquia un pobre animalque, incapaz de volar, aterriza como puede entre las manos de una enfervorizada multitud de vecinos que esperan la caída de la pava para llevársela a casa, ahora sí pelarla, y comérsela.
Saben que es ilegal pero les da igual. Cada año la Junta de Andalucía sanciona con 2.001 eurosa la persona que arroja al animal al vacío, por maltratador, pero antes todo el vecindario ha depositado el dinero en una cuenta bancaria donde ingresan donativos o el resultado de la compra de colgaduras como las que este año lucían diversos balcones de las casas en las que se leía “Cazalilla con la tradición y la pava“.
Es más. Repiten la salvajada en agosto, durante la ‘Fiesta del Emigrante’, para que los cazalilleros que viven fuera y regresan de vacaciones también puedan disfrutar de la fiesta.
Evidentemente, si la Junta, en lugar de multarles con 2.000 euros, les pusiera una multa de 200.000, se les acababa la tradición y la tontería. Es lo que tienen estas sanciones ridículas.Las pagas gustoso con tal de demostrar lo bestia que son los de tu pueblo